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A la memoria de Eliseo

A la memoria de Eliseo

historia May 15, 2025

A veces uno no sabe qué hacer con ellos. Uno los encuentra en la calle, en las escaleras, en los tejados y no me sorprendería que un día me saliera uno de debajo de la cama. Aceptémoslo de una vez, San Petersburgo es una ciudad felina; los perros perdieron su batalla. Fueron vencidos por bandas de gatos bien organizadas, conformadas por esos vigilantes animales, llenos de cicatrices y de mirada recelosa, que por las tardes uno oye pelear, maullar, correr sobre los tejados para preservar sus vidas, hasta que al fin hacen las paces y llega la tranquilidad al vecindario.

Y además de todo, no solo son los dueños de las calles sino que son la mascota favorita de los petersburgueses, quienes se entregan a ellos con deleite y los cuidan como a sus hijos por más arañazos y altanerías que deban soportar. Nada más legítimo que preguntarse qué extraño insecto ha picado entonces a los habitantes de esta ciudad rusa para que sea posible tanto amor por los gatos. ¿Cómo puede uno apreciar a esas fieras callejeras que muestran los dientes a todo aquel que trate de acercárseles? Afortunadamente todo esto tiene una explicación, un mito fundador como diríamos algunos… con héroe, doncellas y muchos, muchos hijos. Es la epopeya del muy fértil y afortunado gato Eliseo, uno de los tantos héroes que tiene esta ciudad y quien fuera tal vez el padre de la mayoría de los gatos que aquí viven.

Su historia comienza en la Segunda Guerra Mundial, como tantos otros relatos acerca de esta ciudad. Eran los días del asedio de Petersburgo por parte del ejército alemán; las reservas de comida no alcanzarían para más de un año, lo cual significaba para sus habitantes que los alemanes no iban solo a tomarse la ciudad sino que iban a matarla de hambre. Los bombardeos que la Luftwaffe se empeñaba en llevar a cabo diariamente destruyeron las reservas de comida que aún quedaban en la ciudad y la hambruna reinó en la capital del norte de Rusia.

Primero, fueron desapareciendo los perros, más dóciles y confiados; luego, les tocó el turno a los gatos y, finalmente, no hubo mas remedio para sobrevivir que comenzar a hervir cinturones de cuero para hacer unas sopas desabridas. Cuando por fin los rusos lograron romper el cerco sobre Leningrado, la ciudad no solo estaba en ruinas, sino que yacían por doquier bombas, escombros y cadáveres. Los víveres comenzaron a llegar por tren y fue entonces que se originó una nueva batalla campal, esta vez por la comida, entre los petersburgueses y las ratas. Cuentan los sobrevivientes que las ratas perdieron todo temor y salían en grupos de hasta mil a hacerse con la poca comida que iba llegando. A veces solo veían una gran mancha café cruzar una calle y comprendían que lo mejor era no interponerse a esos hambrientos animales. Algunos incluso fueron mordidos a plena luz del día, pues ya las ratas no respetaban ni a los vivos. Al menos así fue hasta que Su Alteza Serenísima, Eliseo, hiciera su aparición en los alrededores del Palacio de Invierno, traído en una jaula de hierro desde la ciudad de Yaroslavl.

El gato Eliseo llegó para reinar en estas tierras. Su misión consistía en convertirse en el nuevo zar que aplastaría la otra invasión de la santa Rusia. Los roedores ya no podían salir campantes de sus madrigueras sin correr el riesgo de verlo saltar sobre ellos cual tigre siberiano, con sus garras al aire para castigar a sus naturales enemigos. Poco a poco fueron trayendo otros gatos que inmediatamente se ponían al servicio de Eliseo. Su escuadrón maullador aumentaba cada día y se le veía rebosante de alegría, sobre todo después de haber escogido un harem digno de su fama. Las gatas caían desmayadas al verlo pasar con sus rayas negras y blancas, lo veían subirse a los tejados y maullaban histéricas. Algunos aseguran que Elíseo medía 33 centímetros y pesaba más de veinticinco kilos, es decir mas león que tigre. ¡Y ni hablar de su fertilidad legendaria, que lo hace el ancestro por excelencia de las fieras que vemos en la actualidad! Como ven, los petersburgueses han ido aportando su granito de arena a la leyenda, al punto de que hoy en día existe una estatua de bronce que le rinde homenaje a sus hazañas.

Sin embargo, y a pesar del orden castrense que Eliseo hizo reinar en la plaza del Palacio de Invierno, no fue sino hasta que las autoridades decidieron traer miles de gatos que la epidemia de las ratas por fin pudo ser controlada.

Si bien Eliseo no tuvo 7 vidas, vivió una que haría morir de envidia a cualquiera de nosotros. Aún sigue presente en el imaginario de la ciudad, en la figura arrogante de su estatua, vigilando a los transeúntes de la avenida Nevskij como queriendo decirnos: ¡No pasarán!

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