
El correo de los flojos
Jan 29, 2025¿A cuántos de ustedes les ha pasado que llega la fecha límite de un pago, de una transacción o de un procedimiento cualquiera y salen corriendo como dementes con el afán de cumplir con sus obligaciones?
Es más, ¿cuántos no se han rendido ante la angustia al saber que es el último día para pagar los impuestos y empiezan a sudar a grandes gotas como si el mundo se acabara al día siguiente?. Pues bien, en París existe un plan B para esos casos. Un recurso invaluable que ha sacado a miles de personas de aprietos, sobre todo para quienes dejan todo para última hora. Se trata de la oficina de correos del Louvre, en la que extrañamente se suele encontrar un sinfín de personas a altas horas de la noche. Es el cuartel general de los perezosos de la ciudad, un lugar donde se reúnen hacia las 2 o 3 de la mañana todos aquellos a los que se les ha hecho tarde para mandar esas cartas importantes que no esperan un día más.
Ese gran centro de distribución postal recibe diariamente a más de 3000 clientes y es hoy en día la oficina de correos más grande de este país. Cuando la ciudad duerme, en ese edificio emblemático de la capital hay toda una vida nocturna, porque ése es el hábitat de un tipo de personas que lo olvidan todo y que, orgullosos de su larga experiencia en el arte de la flojera, se conocen los unos a los otros. En las filas se hacen discretos saludos con la cabeza como queriendo decir que entienden la razón que los lleva a enviar una carta a esas horas.
¿Cuál es, entonces, la razón para semejante extrañeza? La respuesta es muy sencilla. Resulta que es la única oficina de correos que abre las 24 horas del día en Francia. Y, dicho sea de paso, un servicio público que abra de día y de noche es, de por sí, una verdadera rareza en este país. Claro, eso no explica que justo a las 3 de la mañana se agolpen tantas personas, como si estuvieran en la bolsa de valores de Nueva York. Pero la semejanza es, sobre todo, porque a la gente se le nota el estrés: todos tienen una angustia y la mirada nerviosa del deber incumplido.
Pero todos saben que hasta las 4 de la mañana tienen salvación, porque es tal vez el único sitio en el mundo en donde las cartas enviadas a esa hora llevan el sello del día anterior. En París, uno tiene un día de 28 horas para enviar las cartas oficiales. Sí, es la única salvación si uno tiende a ser olvidadizo o a hacerse sancionar por la sacrosanta administración fiscal, porque los errores son como los impuestos: uno siempre termina por pagarlos. El punto es que la oficina de correos del Louvre es el termómetro del descuido parisino. Es en la agitación de las 3 de la mañana que uno comprende hasta qué punto el ser humano deja para mañana lo que puede hacer hoy. Pareciera como si en esa esquina de París alguien hubiese declarado, "¡Perezosos del mundo, uníos!"