
El palacio Yusupov
May 16, 2025Hubo alguna vez, en el Imperio Ruso, una familia que pudo mirar orgullosamente a los ojos de la dinastía Romanov. Esa familia era la familia Yusupov, de quien se decía eran más ricos que el Zar de todas las Rusias. Sus miembros ya tenían un pasado glorioso cuando el primer Romanov fue coronado, e incluso sus orígenes son tan antiguos como el de otros grandes linajes de la historia como los Capeto de Francia o los Paleólogo de Bizancio.
De hecho, los Yusupov, como su nombre lo indica, era una familia de origen árabe, que reivindicaba ser heredera del profeta Mohammed y que supuestamente vivía en Bagdad durante el califato abasida. Con la invasión de Tamerlán y la instauración de su imperio, los Yusupov se convirtieron en los soberanos de una de las hordas herederas de Gengis Khan. Años después, tras la conquista de sus tierras por parte de Iván el Terrible, los antiguos Khanes se convirtieron al cristianismo ortodoxo y fueron constituyendo su inmenso poder en alianza con los zares.
Su fidelidad y prestigio hicieron que les otorgaran nada más y nada menos que el título de príncipes y altezas serenísimas, y con el tiempo amasaron una fortuna de mas de 2000 km² de tierras, viarios cientos de fábricas y acciones en más de tres mil sociedades industriales.
Bueno, eso era antes de la Revolución Rusa, cuando sus bienes fueron nacionalizados y tuvieron que escapar a Inglaterra y luego a Francia con algunas joyas y 2 cuadros de Rembrandt. Claro que, algunas joyas es poco decir, pues eran de su posesión la famosa perla Pélérina y la Régente, la primera vendida por 2,780,000 francos en 1987 y la segunda por solamente 2,100,000 euros… Pero sobre todo, la prueba reina de su poder y riqueza todavía se puede observar a la orilla del canal Moika en San Petersburgo.
Se trata de la residencia Yusupov, una de las tantas que tuvieron y, tal vez, el más suntuoso de los palacios de esta ciudad, después del Hermitage. Lo curioso es que, a primera vista, pareciera como si se tratara de un simple palacete, pero, en realidad, en el interior se conservan algunas de las joyas arquitectónicas más preciadas de Petersburgo. De ahí que a los interiores se les conozca con el nombre de enciclopedia petersburguesa de la aristocracia, porque ahí se concentra lo más refinado y monumental que la nobleza rusa haya podido crear.
Las riquezas arquitectónicas y artísticas, como el salón de gala con sus enormes columnas y acústica impecable o la escalera principal de la que cualquier monarca estaría celoso, eran la prueba del poder de esta familia, que a menudo recibía como invitados, no solo a la crema y nata de Europa, sino a la familia imperial misma. Por eso era que el nombre Yusupov fascinaba tanto a los europeos durante el siglo XVIII, XIX y XX, de ahí que, por ejemplo, uno de sus ancestros, Nicolás, haya mantenido correspondencia con Voltaire, Diderot y Beaumarchais. Es más, del inmenso poder que tenía esta familia, es de donde vienen todas esas imágenes que la literatura francesa o inglesa nos ha dado de la aristocracia rusa, con sus extravagancias, gloria militar e infinitos medios económicos.
De hecho, una buena parte de la colección del Museo del Hermitage viene de este palacio, donde los visitantes podían apreciar una de las más selectas colecciones de arte de Europa. Y no era para menos, pues durante mucho tiempo fueron los Yusupov los principales consejeros de los zares en materia de arte. Además, de vez en cuando, el zar decidía presenciar algunos espectáculos en el teatro privado de la familia, una suntuosa réplica del Teatro Mariinski, por el que pasaron personajes de la talla de Ana Pavlova, Mikhail Glinka y Hector Berlioz.
Los príncipes no solo lograron crear un conjunto de salas que rivalizara con los palacios imperiales, sino que además las cargaron con un sinfín de historias: como, por ejemplo, la del asesinato de Rasputín. En las cavas de la residencia fue donde se planeó la desaparición del favorito del zar, ese monje siberiano de mirada gélida que tanto odiaba la aristocracia rusa. Aquí fue donde Felix Yusupov lo invitó a una cena en su honor, fue, también, en la capilla del palacio donde mezclaron el veneno que debía fulminarlo y que, sin embargo, cuando vieron que seguía más vivo que nunca fue que decidieron terminar la tarea con varios disparos de revólver. También desde el último piso del palacio, fue desde donde botaron a Rasputin sobre las aguas del canal y acabar de una vez por todas con el terrorífico monje.
Con el fin de la Unión Soviética, la familia Yusupov, que ahora vive en Francia, ha reclamado que se le devuelvan sus antiguos bienes, algo bastante delicado en Rusia, contrariamente a lo que ha ocurrido en otros países excomunistas como República Checa o Hungría. La heredera de la familia, Xenia Sfiris, dijo en alguna ocasión que le parecía un absurdo ir a Rusia y tener que dormir en un hotel. Vladimir Putin solo ha accedido a otorgarle por decreto la nacionalidad rusa, pero ha rechazado todo intento por recuperar los bienes familiares que hoy en día son estatales. La verdad sea dicha, si la familia Yusupov recuperara todas sus pertenencias, tendrían que darles prácticamente la mitad del país, más una buena parte de las colecciones de arte de San Petersburgo.
Lo único seguro es que el palacio es un lugar que debe ser visitado en esta ciudad, para recordar lo que alguna vez fue la sublime aristocracia zarista, tan poderosa y rica, pero a la vez tan diferente de esa nueva estirpe de magnates de hoy en día que de la noche a la mañana se han enriquecido en Rusia a costa de su gente y del Estado.