
Los apartamentos comunales soviéticos
Oct 01, 2024Llámenlo como ustedes quieran: apartamento comunal, inquilinato, hogar multifamiliar o, a la rusa, kommunalka. De cualquier forma, este fenómeno existió, sobrevive hasta nuestros días y es una de las particularidades más grandes de este país.
No se necesita ser un especialista para imaginar un apartamento comunal; la formula es de una sencillez que puede dejar a muchos boquiabiertos. Se necesita tan solo una cocina, un baño, una ducha, 5 a 10 familias conviviendo diariamente, una horario para el uso de cada parte del hogar y listo. Claro está, la preparación tiene también su secreto, porque hay que revolverlo todo con un poco de marxismo-leninismo, olvidarse de la vida privada y sembrar la discordia para que de todo este explosivo revuelto surja esa dura realidad rusa de 9 palabras, la Komunalka.
De ahí, de esos enormes apartamentos caóticos inventados en los años 20, surgió una buena parte la cultura o del modus vivendi soviético y ruso. De ese intercambio, impuesto-claro-, entre completos desconocidos viviendo juntos bajo un mismo techo, el partido comunista quiso diluir la antigua Rusia y crear al nuevo hombre "soviético".
Pero empecemos por el principio, por lo que es un apartamento comunal. Imaginen que ustedes viven en un apartamento de 3 habitaciones, una sala y una cocina con su pareja, sus dos hijos y, claro está, su suegra/o. De repente, tocan a la puerta y les informan que de ahora en adelante van a tener que vivir con 3 familias más en su propio hogar. A cada una le corresponde uno de los cuartos que, a partir de ese momento, son del Estado.
Inmediatamente, notarán que hay una familia de más que no tiene cuarto. Pues al poco tiempo llega otro miembro del partido y les advierte que no se pasen de listos porque su sala es, obviamente, la 4ª habitación. Como por arte de magia, de un día para el otro, pasaron de un apartamento del periodo zarista a una Kommunalka. No les falta más que inscribirse en el horario de entradas al baño o de uso de la estufa para que se selle su suerte para los siguientes 60 años.
En esos años, podía convivir el trabajador de la fábrica de tractores con el poeta, o el periodista con el agente de la KGB. En realidad, la aparición masiva de estos apartamentos no se debió solamente a un proyecto político del Partido Comunista sino también a una respuesta ante el éxodo masivo de personas que huían del hambre en el campo y de la colectivización forzada de sus cosechas, y llegaban en masa a las ciudades.
Incluso, durante la represión de Stalin, este tipo de vivienda fue ideal para que la gente se espiara entre sí. De ahí que fuera muy fácil deshacerse de un vecino tan solo llamando a decir que era un agente capitalista, porque al día siguiente llegaba un elegante carro negro a recogerlo y nunca más se volvía a saber del pobre personaje.
Sin embargo, en las películas soviéticas el tema del apartamento comunal es muy común, y uno siempre ve que todas las familias viven contentas en un mismo hogar. Se reúnen a cantar por las noches, se protegen los unos a los otros, comparten la comida y viven como en un idilio irreal que dice poco sobre la verdadera vida de entonces, aunque, a decir verdad, la vida comunal tuvo un rol esencial durante la Segunda Guerra Mundial, donde en muchos casos ayudó a sobrellevar esa tragedia rusa.
Con el fin de la Unión Soviética, apareció la propiedad privada, pero los apartamentos comunales sobrevivieron, sobre todo en San Petersburgo, que es conocida como la capital de las komunalkas. Ahora, como antes, existen extensas listas de miles y miles de personas a la espera de que el gobierno les otorgue un apartamento privado. A algunos, digámoslo con franqueza, no les alcanzará el tiempo para conocer lo que es la vida privada que tienen el resto de los europeos.
La vida en estos lugares es algo muy particular y difícil de describir. No todo es blanco o negro en estos sitios, aunque los roces y las enemistades son inevitables, sobre todo cuando el tiempo desgasta la cordialidad en la vecindad. A pocos nos gusta vivir con gente totalmente diferente a nosotros, sobretodo en Rusia, donde el problema del alcoholismo es el primer factor de discordia entre los inquilinos.
De todas maneras, también hay situaciones extremadamente interesantes, como hemos notado muchos de los que hemos querido vivir esa experiencia en apartamentos donde, en cada cuarto, duermen hasta 5 personas. Cierto, compartir la intimidad diaria con familias enteras que nos son completamente extrañas tiene algo de masoquista, pero poder tener el privilegio de sentarse a hablar con una ingeniera atómica de unos 80 años o un militar retirado de otros tantos mientras a lo lejos se oye una joven directora de orquesta cantar y tocar el piano no tiene precio.
La escena es totalmente surrealista, sobretodo mientras uno está esperando que se libere la ducha que, de paso, lleva 2 semanas sin agua caliente. Eso solo se vive en Rusia y sería difícil que ocurriera tan comúnmente en otro lugar. De esa mezcla de ideas, costumbres, disciplinas y conocimientos sale una fuerza que ha pintado de vivos colores la cultura de este país, que la mantiene vigorosa hasta nuestros días y que dentro de pocos años desaparecerá por completo.
Así que aprovechen y hagan sus maletas de una vez porque aquí en Rusia quedan por ahora muchas salas por dividir. Basta con que los inquilinos, reunidos en consejo, acepten otro nuevo miembro en una de estas improbables comunidades de extraños.