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Los puentes de París

Los puentes de París: historia, realidad y fantasía

historia paris Feb 21, 2025

Los puentes de parís son como portales del tiempo que nos permiten viajar no sólo al pasado, sino también al futuro de la ciudad. Se presentan ante nosotros como historias escondidas, suspiros de enamorados y saltos de transeúntes que embellecen la ciudad. Explora la realidad y la fantasía de estas hermosas construcciones en nuestro siguiente artículo:

"Bajo los puentes pasa uno a lo largo del Sena. De día, siguiendo la corriente, todo París desfila en barco y, con el corazón animado, todos van y vienen". Así dice la canción de Albert Préjean en homenaje a los puentes de la ciudad luz, uno de sus simbolos más queridos por los parisinos y los turistas. En la orilla en la que uno se encuentre, en el centro o a las afueras, el parisino siempre se va a detener aunque sea un instante sobre uno de sus puentes, mirará a ambos lados y, tomando aire, se quedará al menos 10 segundos admirando a París bañada por el Sena. Y qué decir de los turistas, que se quedan horas detallando cada barco, cada edificio, cada árbol de las orillas del río, tomando un sinfin de fotos hacia un lado, hacia el otro, en blanco y negro, sepia y a color.

En todas las épocas, sus puentes han sido un lugar animado, frontera entre las dos orillas de la ciudad; un puente parisino es siempre un lugar de encuentros, de protocolos y, últimamente, de ceremonias entre enamorados. Desde hace algunos años, ha estado de moda entre las parejas que visitan París, simbolizar su unión eterna colgando sobre las barandas de los puentes candados que sellan su amor. Se les ve solmenes durante sus ceremonias en las que, al final, deben lanzar las llaves del candado al río para evitar que alguno se arrepienta y vuelva a abrir el candado. No les extrañará que algunos astutos, o precavidos, utilicen candados de clave en vez de llave, caso de arrepentimiento futuro.

El primer puente que existió en París fue el pequeño puente, aquel que une la esquina de la catedral de Notre-Dame con el barrio latino y data de los tiempos romanos, cuando por ahí pasaba el camino imperial que llevaba a Roma. Como todos los puentes antiguos de la capital francesa, fue construido primero en madera y después en piedra, solía estar coronado por varias casas y cuando un incendio se declaraba, todas esas casas eran destruidas junto con el puente, al que tenían que volver a construir.

Cada puente tiene sus historias, su razón de ser y pertenece al patrimonio arquitectónico de la ciudad. Por eso, una de las mejores maneras de descubrir París es dejándose llevar por el Sena en un barco y admirar los 37 puentes que decoran la capital. Viven en constante evolución, inspiran a artistas y escritores, son el motivo de canciones, postales, en fin, son el alma de esta ciudad.

Cómo olvidar por ejemplo que, en el siglo XVII, durante los días de carnaval, se organizaba sobre el puente del cambio un gran mercado donde se reunían saltimbanquis, curiosos y mercaderes, para ver cómo se cambiaba el oro y piedras preciosas. Los domingos venían los pajareros a vender su mercancía, las aves hacían un ruido ensordecedor, las plumas volaban por todas partes, mientras los curiosos domingueros se acercaban para admirar algunas especies exóticas venidas de todas partes del mundo; una tradición que sigue viva aun hoy en día, en ese mismo lugar.

Fue precisamente en ese lugar que gozaba de tanta vitalidad que, en 1314 y ante las caras de los silvanos, faunos y driades que decoran el puente del cambio, el gran maestro de la orden de los templarios, Jacques de Molay, fue quemado vivo bajo las órdenes de Felipe el Hermoso.

París conserva la memoria de sus puentes y aún recuerda que el puente Alejandro III, esa pomposa estructura que une la tumba de Napoleón con la plaza de la Concordia, fue un regalo del Zar Nicolás Il en 1900, para sellar la alianza franco-rusa que llevaría poco después al principio de la primera guerra mundial.

Ahora, los puentes de la ciudad luz no son solo los testigos de su pasado milenario, sino símbolos de su presente y futuro. Resulta que hace unos años lanzaron un concurso para la construcción de un nuevo puente, el puente numero 38 de París. Resulta que uno de los proyectos más llamativos, ganó el tercer puesto en el concurso de la ciudad por su originalidad. Sus diseñadores inventaron un puente trampolin... Si, un puente por el cual la gente no solo podría atravesar el río, sino que, sobre todo, lo podría hacer saltando sobre tres enormes trampolines.

Era una propuesta del taller Zundel Cristea, defensores de lo que ellos llaman la alegría urbana", y que inventaron este puente, para que tuviera una membrana de PVC de 30 metros de diámetro y 94 de largo. La idea era que fuera una obra ultramoderna que, literalmente, flotara sobre el rio sosteniendo los famosos trampolines. Imaginense a los parisinos haciendo piruetas sobre el Sena a pocos pasos de la torre Eiffel, ensayando todo tipo de malabares, chocando con otros pasantes y luego, como si nada, arreglarse de nuevo los peinados y seguir su camino con la cara seria y digna, como si nada hubiera pasado.

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