
Los pasajes parisinos
May 15, 2025Los pasajes parisinos son otra de las numerosas caras de esta ciudad y hacen parte de esos lugares donde el tiempo parece haberse detenido, donde todo el mundo se conoce y el estrés queda, como por arte de magia, del otro lado del umbral.
¿Qué son los pasajes parisinos?
Me refiero a ese fenómeno típicamente francés de pasadizos que atraviesan los edificios de la ribera derecha del Sena, habitados por la gente del barrio que se pasea por entre las galerías, los restaurantes y la variedad de boutiques que allí se pueden encontrar. Se trata de las antiguas arterias del París del siglo XIX, de sus años dorados cuando bajo estas mismas arcadas se desarrollaba buena parte de la vida de la ciudad, sobre todo los encuentros galantes que hicieron la fama del París de entonces.
Pero vayamos a lo esencial, empecemos por recordar lo que es un pasaje parisino. Los que conozcan París tal vez ya se hayan cruzado con uno de ellos. Son esas galerías que se encuentran entre el Palacio del Louvre, la Ópera y la Plaza de la República construidas en gran parte a partir de 1830. Su estilo refleja esos años de industrialización donde se mezclan el hierro, el vidrio y la madera. De hecho, fueron a menudo lo primeros en beneficiarse de la Revolución Industrial, donde se probaban los últimos avances tecnológicos como el alumbrado público de gas. Una época en la que la arquitectura parisina influenciaba a toda Europa, de ahí que el fenómeno de los pasajes se haya extendido a otras ciudades, incluida San Petersburgo en Rusia.
Al entrar a alguno de ellos se tiene una imagen típica de los barrios donde banqueros e industriales pasaban su tiempo, en donde todavía muchos frecuentan sus alrededores. El caso es que inmediatamente pasa uno sus rejas, aparece una larga galería, algunas de más de 190 metros, cubiertas de almacenes típicos: anticuarios, galerías de arte, restaurantes y almacenes de ropa de diseñadores independientes. Un escenario que, de hecho, se repite muchas veces en la literatura francesa de vitrinas, pisos de mármol, estatuas de bronce en los cruces de camino y, en el techo, una bóveda de vidrio que le da al lugar una iluminación natural.
En todo caso, la idea de crear este tipo de lugares es bastante antigua y ha existido en otras civilizaciones, como ocurre con los zócalos. Pero en París esta idea de crear calles donde la gente pudiera estar al abrigo de la intemperie nació en realidad un poco antes de la Revolución Francesa, con las galerías en madera del Palacio Real creadas en 1786. Una época en la que estas construcciones permitían a la gente salir del caos de la ciudad de entonces y alejarse por unos instantes de sus peligros y olores pestilentes. Así nació el pasaje como lugar de iluminación, de encuentros furtivos y de comercio, cercano a los grandes teatros y salas de concierto.
Los más importantes pasajes parisinos
Uno de los más importantes, o de mis preferidos -para confesarles-, se llama el pasaje Colbert, donde quedaba el palacio de este antiguo ministro de Luis XIV. Era el punto de encuentro por excelencia de los amorosos durante los años 1830, con su domo de vidrio en el centro que inspiró a varios arquitectos europeos y se convirtió en el modelo de otros pasajes en el mundo.
No muy lejos de ahí se encuentra el pasaje Choiseul, de 190 metros de largo, famoso por atraer a personalidades de la literatura y el espectáculo. Incluso, el primer editor del poeta Verlaine tenía sus oficinas ahí mismo, en esos corredores que inmortalizó con dos de sus poemas. Una fama similar logro el pasaje Jouffroy que era uno de los más frecuentados y que hoy en día es un verdadero bazar, donde se organizan varias veces al año ventas de antigüedades y donde siembre hubo sastres y almacenes de calidad. Ahí quedaba uno de los café-conciertos más famosos del siglo XIX, el Estaminet Lyrique, donde se reunía la crema y nata de los intelectuales franceses.
¿Cómo recorrer los pasajes parisinos?
Son tantos y tan bien situados los pasajes parisinos, que uno podría incluso hacer un tour de la ciudad a través de ellos. Uno, por ejemplo, que muestre el lado elegante de la capital empezando en el barrio de la Madeleine, luego pasando al de la Ópera, el mercado Saint Honoré y terminando en los jardines del Palacio Real, donde seguramente se verán algunos de los almacenes de moda más importantes de Francia. Luego, se podría intentar otro recorrido para visitar los grandes bulevares de la capital, empezando por el Haussman y terminando en la plaza de las victorias al lado de la Biblioteca Nacional.
Finalmente, un recorrido más histórico, por el norte de la ciudad, cerca al agitado barrio de Notre Dame de Lorette, entraría luego a la fiebre parisina que se vive en el bulevar Bonne Nouvelle, seguiría por la calle Saint Denis, inspiración de la literatura francesa, para terminar entre la comedia y el Palacio del Louvre. Todo esto, visitando y atravesando los pasajes y galerías de lo que fue alguna vez la vibrante ciudad luz del siglo XIX.